17.11.06

 
DE PAREJA A FAMILIA

Cuando llega el primer hijo, la vida de los padres gira a su alrededor y es necesario un tiempo para adaptarse a la nueva situación.

Bueno, ¿me vas a decir por qué has venido a comer? –le preguntó su madre, mientras servía el postre.
-Por nada en especial, quería visitarte. ¿O es que no puedo venir cuando quiera?
-Venga Alejandro, que soy tu madre y te conozco. Tu nunca vienes un miércoles al mediodía; así que dime de una vez qué está pasando.
-Te digo que nada, mamá; sólo quería estar un poco en mi casa –contestó él.
-Esta ya no es tu casa desde hace tres años y, si crees que lo es, seguro que algo no va del todo bien –dijo ella, y calló hasta que Alejandro se decidió a hablar.
-Lo cierto es que no tengo nada claro. Yo estoy contento con el embarazo y amo a Irene más que nunca; pero a ella la noto distante, no parece feliz. La verdad es que estoy muy preocupado, mamá; por eso he venido. Irene está mal y yo no sé como ayudarla.
-¿Piensas que ya no te quiere? –preguntó ella.
-¡Qué va! Estoy seguro de que me quiere mucho. El problema no es ése, el problema es que está rara. El otro día me dijo que no sabía si sería una buena madre porque no sentía que quisiera al bebé tanto como, supuestamente, las madres quieren a sus hijos.
-Alejandro, Irene no está rara. Irene se siente insegura y le cuesta adaptarse a su nuevo cuerpo porque no se reconoce en él. En cuanto a sus dudas con respecto al amor del bebé que lleva dentro, todas las mujeres las sentimos durante el embarazo.
-¿Tú también? – preguntó el asombrado.
-¡Claro que sí! Esto nos pasa porque estamos convencidas, y no sé por qué, de que las madres amamos profundamente al hijo desde el mismo momento de la concepción, y no es verdad. Hay una diferencia abismal entre la mezcla de deseo, afecto y ternura que se siente por el bebé antes de nacer, y el infinito amor que sentimos hacia esa personita en el primer minuto de tenerla en los brazos –explicó ella.
-Bueno, habrá que tener paciencia. Todavía nos quedan cuatro meses –dijo el resignado.
-Siento mucho darte esta mala noticia, pero os queda bastante más tiempo que cuatro meses para volver a estar en armonía.
-¡Por favor mamá, no me digas eso!
-Sí, te lo digo y lo mejor será que escuches porque, si sabéis que todo lo que os pasará forma parte de un proceso, os evitará muchas angustias.
-¿Pero qué nos pasará? –preguntó con inquietud.
-Mira, después del nacimiento del niño, Irene seguramente sentirá que es sólo una gran teta ambulante y que ha perdido todo su atractivo como mujer. Cuando quiera vestirse, verá que su ropa no le queda bien, y en lugar de ponerse tacones, optará por unos zapatos bajos y cómodos para poder llevar al niño, el cochecito y todo lo que haga falta. Y lo peor: cuando salga contigo y vea a otras mujeres guapas, ella se mirará a sí misma y se juzgará en desventaja, porque fantaseará con que tú la comparas con las otras y no te sentirás atraído por ella.
-Pero, mamá, ¿cómo puede pensar eso si ella será la madre de mi hijo? ¿Yo tengo claro que al principio no estará como una rosa y…
-Entiende que Irene, además de sentirse querida por ser la madre de tu hijo, necesitará sentirse deseada como mujer y, en ese momento, su autoestima femenina estará muy debilitada. Sí, Alejandro, todo esto le pasará a ella y tu ayuda será importante.
-¡Qué complicadas son las mujeres! –dijo él con un suspiro.
-¡Y los hombres! –Exclamó su madre-. Porque a ti también te pasarán cosas, sin contar con las que os sucederán a los dos como pareja.
-Ya puestos, sigue con las buenas noticias y cuéntamelo todo, tú que pareces saberlo tan bien- contestó el con sorna.
-No te burles y sigue escuchando. Tú, al percibirla distante, porque está insegura, pensarás que algo malo le pasa contigo y también sentirás que ya no eres el primero en su vida porque la presencia del niño, aunque lo ames profundamente, te quita espacio. Y todo esto te tendrá angustiado y confuso.
-¿No me digas que voy a sentir celos de mi hijo?
-No son unos celos claros, pero sí una sensación de exclusión –le explicó ella-. En cuanto a las sensaciones compartidas, lo primero que descubriréis será la necesidad de cuidar vuestras propias vidas. Por ejemplo, cuando subáis al coche sentiréis que ya no podéis correr riesgos físicos, no por vosotros sino porque hay alguien que os necesita.
-Y luego, lo más difícil –continuó la madre-, tendréis que hacer el tránsito de pareja a familia, ya que, de manera absoluta y para siempre, dejaréis de ser dos. Comenzaréis por echar de menos la soledad de la pareja, veréis que hasta la manera de planificar una simple salida cambia totalmente, porque ya no iréis donde os apetezca ni cuando os apetezca. En ese momento, os daréis cuenta de que todos vuestro proyectos estarán condicionados por la presencia del bebe. Y esto requiere un tiempo de adaptación que se vuelve bastante conflictivo porque aparecerán desencuentros y discusiones nuevas que antes no teníais. Muchas parejas creen que lo que no funciona es la relación y no se dan cuenta de que una cosita que no pesa más de tres kilos y mide cuarenta y cinco centímetros ocupa más espacio en su vida que si convivieran con un elefante en el salón.
La madre de Alejandro calló a la espera de que su hijo reaccionara.

-La verdad es que, escuchándote, parece ser que esto de la paternidad son todo desventajas –dijo él.
-No, Alejandro. No todo son desventajas, pero es cierto que tiene muchas incomodidades. Aunque, quiero que sepas que, aun con todos los inconvenientes y sin ninguna duda, lo mejor que me ha pasado en la vida es haber sido madre.

Julia Atanasopulo
Psicologa. Directora del Centro Andaluz de Psicoterapia.

Extraído del nº 19 de la Revista MENTE SANA; Noviembre 2006
15/11/06

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